Sigo sintiéndote, aún en medio de la paradoja infinita de mi desbocada terquedad, te llevo clavado en el alma. Tal vez es mi mala costumbre de volver a nuestros sitios, o quizás es la insignificante sensación de que toda la ciudad está impregnada de tus versos. Todo se llena con la imposible anticipación de una puerta que se entreabre, o una mesa que espera vacía al doblar de aquella esquina.
No entiendo bien por qué sigo conteniendo mil suspiros al cruzar los corredores de tu ausencia. Sé que te veré algún día con la misma facha desgarbada y la sonrisa suspendida en un latido. Empiezo a sospechar que aún a través de todos los obstáculos que pusiste en el camino, y pese a ti mismo; nuestros corazones aun laten al unísono por ninguna otra razón que la simplicidad absoluta de la armonía del universo. Somos porque fuimos, y estamos-en-el-mundo para estar juntos.
Puede ser un delirio de certeza, pero me arriesgo a sostenerla; creo en ti como en el aire que respiro, como en el sol que despierta mi piel por las mañanas y me dice que te espere.
Tú resuelves la única interrogante que me importa. En la intersección de tus sentidos y los míos te apropias de mi alma y de mi cuerpo; de pronto soy una, un ser completo porque me reflejo en tu mirada.
Lo siento! Sé que me arrastra la minúscula esperanza de ser capaz de detener el tiempo y volver a mi espacio en tus palabras.
El silencio me aturde demasiado. Aunque ajena a mis sentidos, escucho el rumor de una multitud de voces que me hablan; camino, sonrió, respondo y entro distraída en una sociedad llena de gente, de bultos apilados o entes complacientes que se embriagan con conversaciones vanas.
Entonces, como tú, me vuelvo indiferente y le pido al cielo que confunda mis partículas con el color de las paredes. Sin ti, soy invisible porque no me interesa ser familiar de un mundo extraño.
Ando en plan de un muerto cuya vida se niega a desprenderse de sus venas y vago por los rincones intentando alcanzar mi propia muerte.
Estática o pasmada en el segundo contenido de nuestro último beso, dejo que la añoranza me torture para volver a sentirme viva. No puedo creer que te hayas ido!!!
Consciente con la culpa que carcome cada uno de mis trazos, sé que fui yo quien decidió dejarte ir, e incluso reconozco mi crueldad en tu resentimiento. Me duele cada gesto con que desprecié la sinceridad de tus batallas, y me arrepiento de mi arrogancia; no debí, no quería, no era yo la que se empeñó en gritar a los cuatro vientos que ya no me importabas. Me dejé ganar por el miedo de perderte.
Somos más parecidos de lo que pensaba, yo tampoco tengo mucha tolerancia a la frustración y me cansé de arriesgar sin pedir nada.
Reconozco que fui cobarde, y que al escapar de ti dejé abandonada la esencia de mi alma. Lo siento! No sé si me asustaba más no estar segura de tu amor, o lo mucho que te amo.
Ahora entiendo que mis dudas, fueron siempre solo mías. Tú tenías más seguro el corazón que yo la cabeza.
Te juro que lo intenté, quise entenderte cuando tú me sentías, quise descifrar los silencios cuando entre tú y yo no hacen falta las palabras, quise que me obligaras a ser tuya cuando siempre fuiste mío. Lamento haber oído y no escuchado cuando me llamabas: “Mujer mía!”
Y… que quieres que te diga; la regué y metiste la pata. Estamos aquí, orgullosos habitantes de la convencionalidad, refugiados cada uno en su propio amor perfectamente equivocado.
MÌA
22.06.08
22.06.08
1 comentario:
Me siento super identificada con tus palabras.
Realmente no sé porque me regresan muchos recuerdos.
Amanda
Publicar un comentario